sábado, 16 de enero de 2016

Shinjuku Gyoen National Gardens

Por si alguien no sabe, yo le informo ahora mismo: soy un fan del animé. Y si bien trato de mantener mis frikeadas al mínimo, no niego mi adicción a las series y películas niponas. Pero no me atrae tanto el lado superficial, comercial y boludón del mundo otaku, sino más bien el arte en la animación, la forma de narrar historias tan diferente a la occidental, los personajes, el desarrollo de las tramas, las ideas que subyacen en un trasfondo común...


En fin, hago esa introducción para presentar una película con algo de marco teórico: Kotonoha no Niwa, El Jardín de las Palabras, película de una hora de duración dirigida por Makoto Shinkai (chequear también 5 centímetros por segundo, del mismo director). Gran parte de la trama de esta película transcurre en el Jardín de Shinjuku. Y desde antes de poner un pie en Japón ya era para mí una necesidad ir y comprar el lugar real con el de la película, sin importar los 200 yenes de la entrada.


Claro que la historia de la película transcurre en la temporada de lluvias veraniegas y yo estaba ahí terminando el otoño y lo único reconocible era el pequeño quincho donde se refugiaba el protagonista y los rascacielos que se asomaban detrás de las copas de los árboles...

 

Sin embargo no dejó de estar zarpado. Con muchos caminos principales y muchos secundarios, con puentes sobre estanques, con construcciones pintorescas, con esculturas entre la vegetación, con arbolitos podados como cúmulo de ñoquis mal amasados, con sectores en construcción.



Y aunque en verano y primavera el lugar es mil veces más bonito, debo rescatar dos cosas importantes de haber ido en invierno: por un lado el invernadero es genial, calentito, húmedo y tropical; y por otro lado, la colección que tiene de árboles de hoja estrella (fanáticos de Futatsu no Spica, enloqueced, fanáticos de Pie Pequeño, también).


Y acá hago otra explicación que sirve de marco teórico: mi filosofía al editar fotos no es exagerarla para que sea una postal de verdulería, sino transmitir lo que la foto original no llegó a captar. Y así doy a entender que el rojo que emanan las fotos de esta entrada no es exagerado. Incluso, capaz, se queda corto.

 

Cuando llegué a ese segmento del parque lleno de árboles de hoja estrella (o acer palmatum para entendidotums), todo iba del rojo más agresivo que conocí a un modesto amarillo terroso. No dudé en pegar un salto sobre el pequeño seto y empecé a sacar fotos como tarado. Atrás mío se sumaron japoneses y turistas con sus reflex de la puta madre y sus selfie-sticks.

 

La pasé tan bien en los Shinjuku Gyoen National Gardens que cuando volví al hostel y lo encontré a Miki en la cama, no me puse de tan mal humor. Todo lo contrario, le dije que nos podíamos ir de Tokyo tranquilamente, que yo ya había visto lo que consideraba indispensable. Me dijo que está bien, y ahí me dejó, haciendo los planes necesarios para alejarnos un poco de la civilización.


(Post data: la foto de los peces koi corresponde en realidad a los jardines del Palacio Imperial de Tokyo, que no tiene nada que ver, pero como que fue lo único que rescaté de esa visita decidí incluirla acá, ya que peces koi había muchos en los Jardines y no les pude sacar una buena fotito.)



Rafa Deviaje.

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