martes, 26 de enero de 2016

Las mil puertas de Fushimi Inari-Taisha


Del Hoto-ji y el Sekihoji y sus quinientos discípulos de Buda, fuimos a uno de los templos más visitados de Kyoto (el que presume ser el número uno en TripAdvisorpor segundo año consecutivo), otro de esos lugares que ves una foto y te das cuenta que ya viste fotos antes: el Fushimi Irani-Taisha, el santuario del zorro, el de las mil puertas torii.





Hay demasiada gente fluyendo constantemente, tenés partes donde no podés sacar fotos, tenés locales para comprar tus amuletos y ver cuál va a ser tu suerte, tenés tablitas para escribir tus deseos, tenés una piedra que si la levantás es porque vas a ser afortunado y viceversa, tenés mil puestos de comida, tenés una aplicación gratis para celulares que ofrece una audioguía, y tenés un camino que sube y da la vuelta por un cerro... totalmente cubierto por puertas naranja.



 

 

Llegar arriba de todo lleva su tiempo, y me consta que muchos no llegan. De todos modos tenés baños, puestos de descanso intermedios, más locales de comida y amuletos, pequeños santuarios secundarios en los que vale la pena perderse un rato.






 


Y si bien abajo la masa humana puede irritar un poco, apenas empezás a subir escaleras por ese enrejado naranja que filtra el bosque y el cielo y los rayos del sol, te das cuenta que el que tuvo la idea de poner infinitas puertas una al lado de la otra tenía bien en claro lo que buscaba: de repente vas en ascenso, estás en este mundo porque podés ver el bosque y los pájaros y las nubes pero te estás dirigiendo a otro lugar y de a poco vas llegando, vas llegando...




 

 


Disfruté enormemente de este santuario sintoísta, a pesar de la gente (sacar una foto sin personas requiere tanta paciencia que terminás siendo un monje) y de las vending machines que te asaltan en cada descanso. Disfruté los rincones silenciosos, el olor de inciensos, la sombra entre las puertas, los zorros y tumbas cubiertos de musgo, el sonido del agua cayendo en las fuentes de purificación, el ver viejitos subiendo escalón a escalón en busca de su buena fortuna, incluso el flaco que ascendía calzado en esas ridículas sandalias-zanco de madera.





Y una vez que llegaste arriba de todo podés bajar por otro camino, también tapiado por puertas, también lindísimo, de vuelta a la calle y al mundo y a esas cosas que, lo quieras o no, se ven ahora un poquito diferentes.




Rafa Deviaje.

2 comentarios: