domingo, 4 de mayo de 2014

Segundo destino: Te Puke

Auckland no me aguantaba más, y aunque el pronóstico de lluvias era pésimo, después de una última entrevista fallida, partí un viernes hacia Te Puke. Allá me esperaban casi todos los argentinos y uruguayos que había conocido en el avión.

         


Para empezar, voy a explicar cómo es Te Puke, la capital mundial de la kiwifruit (sí acá le dicen así para distinguirlos de los kiwis que son de carne). Para que se den idea, es un pueblo chiquito que depende del trabajo rural, básicamente de las miles y millones y trillones de plantaciones de kiwi, y también algo de la palta (que acá se llama avocado, díganme si no suena a algo malvado). El centro de Te Puke es de tres cuadras a cada lado de la ruta principal que lo atraviesa, tiene su zona linda residencial a cada lado, dos supermercados grandotes, una máquina expendedora de pelotas de rugby, y algo de fábricas y talleres mecánicos.

¿Cómo son las plantaciones de kiwifruit? Básicamente laberintos, no de ligustrina pero sí de impenetrables murallas de pinos plantados uno al lado del otro. Atravesás una puertita estrecha en una de estas paredes y encontrás una plantación cuadrada e inmensa de kiwis, que es como una parra. Y en las puntas de estas plantaciones u orchards, hay otras puertitas, y otras plantaciones, y otras puertitas, y así hasta el infinito. Es un temor común, y una pesadilla frecuente entre los pickeadores, el quedar perdido en una orchard y despertar llorando.

 

¿Me volví rico pickeando kiwi? No. En tres semanas pude trabajar menos de seis días debido a la lluvia y al nivel bajo de azúcar en los frutos. Primero con el kiwi green (el común que se come en Argentina) y un grupo de indios que me querían comer crudo cada vez que mis brazos reposaban un segundo; y después con el kiwi gold (que es la delicia del universo, muy dulce, calvo por afuera y amarillito por adentro) y otros indios que al menos me querían comer en empanada.

¿Cosas para rescatar en Te Puke? Paisaje bonito incluso en los incontables días de lluvia, curiosas formaciones de nubes, la amabilidad general de la gente (salvo los indios con los que trabajé), un exitoso dulce casero de kiwi gold, y lo económico de vivir en el Holiday Park.

Y para terminar: ¿cosas de Te Puke que no vale la pena poner en el blog? La infinidad de moscas en la cocina comunitaria del Holiday Park, la suciedad general del Holiday Park, los dos kilómetros diarios de peregrinaje a la biblioteca pública (santuario del free wi fi), los indios negreros que hablaban como terrorista de battlefield,  el negro en moto que con su sonrisa le quería vender marihuana a todo el mundo.



Rafa Deviaje.

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