En Ciudad Sakura está el Museo Nacional de Historia Japonesa, y hacia allá fuimos al día siguiente. Esta entrada la hago corta porque si hay gente que se aburre en los museos, todavía se aburre más si lee sobre un museo, pero la verdad es que me re gustó: la entrada estaba 300 yenes (un poco menos de tres dólares hoy día) y nos dieron unos aparatostes con audios en inglés que explicaban todo lo que ibas viendo.
En ese momento creímos que esto iba a ser una constante en todo Japón, pero nos habíamos engañado: no sólo ningún otro museo fue tan barato, ni nunca más nos dieron (gratis) audio-guías en inglés, sino que en el noventa por ciento de los casos, nos encontramos con carteles y explicaciones en japonés cerrado, sin ninguna traducción en inglés. Puede que este museo, comparados con el Te Papa de Nueva Zelanda o con los muchos museos que visité en Australia, fuera viejito y de tecnología vetusta, pero era muy completo; y no nos perdimos casi nada de información... Más tarde, en otros museos de Japón, suerte si encontrábamos un baño, y si leíamos una fecha ya nos dábamos por satisfechos.
Pero como eso todavía no lo sabíamos, empezamos a recorrer por los primeros humanos que vivieron en las islas (que usaban aros expansores de cerámica y medían menos que los japoneses de ahora), pasando por la época de los samuráis, la guerra contra China y contra Korea, las Guerras Mundiales (un diminuto sector dedicado a las bombas de Hiroshima y Nagasaki), la actualidad, y cosas culturales locas que hacen en algunas festividades.
Contentos, satisfechos, y aprovechando que a Miki no le daba todavía el guillotinazo del jet lag, salimos a recorrer un poco los alrededores de Sakura, perdiéndonos en callecitas empinadas, callejoncitos escondidos, casitas apiladas, templitos y santuariítos, cementerios que se perdían entre el bosque de bambú, y gente que, asombrada de vernos, nos saludaba con una sonrisa y una inclinación. Zarpada, Japón.
Rafa Deviaje.
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