
Para empezar que llegué a un hostel mugroso lleno de rusos y checos mafiosos; y que el clima estaba helado y húmedo y había nubes y garúa todo el tiempo. Para continuar, la ciudad es grande y está dispersa: hay que caminar entre veinte minutos y una hora y media para llegar a cualquier punto del centro (cada cuadra son como cinco cuadras argentinas). Y por último y principal: la ciudad está hecha bosta.


El terremoto trajo épocas remotas a Christchurch. Hombres rudos y de expresión sombría se mueven de acá para allá, desde antes del amanecer hasta el ocaso, entre pilas de escombros y rocas. Dinosaurios gigantes de cuellos largos devoran edificios y escarban la tierra haciendo sus nidos. Enormes toldos nómades, de hierro y malla plástica en vez de palos y cueros, recubren grandes construcciones. Los caminos son inseguros: calles y veredas están vedadas al paso público por pequeños menhires anaranjados. Como ídolos olvidados, todavía se ven semáforos inútiles, publicidades gastadas, carteles por el piso, detrás de las vallas.



Así que después de pasar esa noche en un hostel horrible, cuando el sol se asomó tímidamente para derretir la escarcha y me cambié a un hostel más copado, empecé a buscar trabajo, a recordar calles bloqueadas y atajos, a pasear y encontrar la comida barata, todo empezó a parecer que mejoraba... Al menos, pareció mejorar por un tiempo.
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Aotearoa, o Nueva Zelanda en lengua maorí, significa "tierra de la gran nube blanca". Sutileza de los maoríes el nombrar a estas islas honrando sus cielos espectaculares. |
Rafa Deviaje.
Me encanta como escrbis. Muy bueno Rafa!. Cuidate.
ResponderEliminarGracias Ana! Abrazo grande a la familia!
Eliminarsos un grande enano!!!, animo!!, que si hay algo que esta ciudad medio innombrable te muestra que con trabajo todo mejora!!!
ResponderEliminarPero qué trabajo cuesta conseguir trabajo! jajaja
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