domingo, 13 de marzo de 2016

Un día frío en Fukuyama


No quiero hacer una gran cosa de Fukuyama porque la verdad es que paramos acá de casualidad cuando salimos de Shikoku. Pasamos una noche y aprovechamos para recorrer los alrededores: ver el castillo local (que está hermosamente al lado de la estación de tren), y a los santuarios aledaños, el Bingogokoku y el Zansoinari.



Vimos lo que parecía una gran catedral estilo neogótico, y resultó ser uno de esos lugares donde los japoneses occidentalizados van a casarse nomás. Y nos aventuramos hasta el templo Myoo y el santuario Kusadoinari, pero volvimos rápido porque hacía un frío de perros. De perros congelados.



Aquella primera nevisca que vimos en Fukuyama fue el síntoma de la primera ola polar que golpeó Japón, y que alteraría, para bien o para mal, nuestros planes a futuro.



Sé que había otros atractivos para ver en Fukuyama, otros templos y santuarios y cosas viejas, una aldea en la playa donde Miyazaki se inspiró para la película de Ponyo y cosas así. Pero teníamos una reserva hecha en Onomichi, un pueblo costero cercano. Y fue acertada la decisión de seguir camino.



Rafa Deviaje.

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