Hasta que la SkyTree le quitó el protagonismo, la Tokyo Tower era el emblema y
orgullo de la ciudad: una antena de tele y radio construida después
de la Guerra para simbolizar el empuje de los ponjas. (Curioso,
parece que una tercera parte del metal usado en la construcción vino
de tanques de guerra.)
Como al pasar los años se quedó
chica, hoy es
más un atractivo turístico que otra cosa, y así lo confirmé
cuando me acercaba a su base: cada veinte pasos encontrabas a alguien
en la vereda con la cámara hacia arriba.
Copiado el diseño
de la torre Eiffel totalmente a propósito, terminó siendo incluso
un poco más alta, y fue pintada de blanco y naranja para que ningún
avión se la lleve puesta. En la base funciona un shopping y, por
supuesto, tiene una plataforma de observación a la que, por
supuesto, no fui.
Cuando salía de
Tsukishima, más temprano ese día, llamé a Miki y le dije que iba a
ir hacia la Tokyo Tower, y le insistí para que fuera él también,
así nos encontrábamos allá y cenábamos. Así que me extrañaba,
después de darle vueltas y vueltas, que no lo encontrara aunque él
me juraba por mensajito que estaba ahí, afuera de la torre,
esperándome.
Entonces le pedí que
me pasara una foto de la torre en la que estaba: y sí, el salame se
había ido hacia la Sky Tree. Me reí y me fui a pasear por los
alrededores, donde está el templo Zojo-ji, enorme y copado, pero
cerrado. El día que vuelva a Tokyo, no me voy a perder la oportunidad de visitarlo.
Finalmente me pegué la vuelta, nos encontramos con Miki para comer por ahí, celebramos el fin de otro día en la cuenta regresiva, y volvimos al departamento.
Rafa Deviaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario