miércoles, 20 de abril de 2016

De templo en templo


Seguí mi caminar por la ciudad, saltando de geocache en geocache, y del Ryogoku Kokugikan llegué al templo budista Eko-in. Este templo es moderno y ese balconcito con bambúes es re buena onda. Por dentro tiene los mismos tatamis pero iluminación cool y esas cosas, pero no se podía pasar.



El cementerio aledaño es uno de los más pintorescos que conocí, con esculturas mononas y sus cientos de buditas. Y abajo de un techito tiene una piedra grandota, piedritas y cepillo: curioso me quedé a observar, y vi a varios que pasaban a raspar las piedritas contra la piedrota, limpiar el polvito y pedir algún deseo. Para no ser menos pasé yo también, y raspé con más ganas que nadie para imponer respeto.

 


Después el geocaching me llevó hasta el templo Yagenborifudoin, y después de eso perdí el rastro del tiempo y el sentido de la ubicación: caminé y caminé pasando por templos y santuarios, parques y plazas, callejones y avenidas.

 

Coleccioné con la mirada montón de guardianes Fu, de oficinistas fumando en un banquito, de viejitos inclinándose frente a una piedra con inscripciones, de tipos en traje tirando su monedita de cincuenta yenes (¡ratones!) en la alcancía cuadrada de algún santuario y jalando de la soga para hacer sonar un cascabel gigante, de rincones silenciosos y cruces peatonales complicados.


 

Coleccioné vistas de ríos y canales, de puentes y edificios, Lawsons, 7elevens, (panchitos por cien yenes y latitas de café), puertas torii, entradas al subterráneo, estatuas chistosas y, sobre todo: geocaches. Como seis por día encontré.


Rafa Deviaje.

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