Nos levantamos temprano un día re lindo y salimos hacia Enoshima, que es una islita (hoy unida por un puente, o sea artificialmente península) al sur de Yokohama. Yo no podía creer lo limpio del aire, lo brillante del sol, lo alegre de los colores alrededor: hasta el trencito que nos tomamos de Fujisawa (donde pernoctamos en un ciber café) era lindo.
El día anterior, en lo de Caro, encerrados a causa de una lluvia torrencial, habíamos visto los primeros capítulos del animé Ping Pong The Animation (aunque Caro lo odie, yo creo que es muy recomendable verlo), y oh casualidad, mostraba varias cosas de Enoshima que ahora disfrutábamos en vivo y en directo: desde la torre como vela de una torta y los trencitos verdes, a los aguiluchos locos que bajaban a chorear comida. Genial.
Todo estaba lleno de gente. Tenés varios caminos que dan la vuelta y atraviesan la islita, y aunque quieras caminarlos rápido no podés, ni vale la pena. Tenés los santuarios de Kodama y el de Enoshima al principio, subiendo pocas escaleras, y del otro lado, cara al mar, el templo de Enoshimadaishi.
Y hay recovecos y cosas para ver por todo el lugar. Un santuario que por dentro está todo de negro, y altarcitos en cuevas de los acantilados. Tenés un baño público con un dragoncito como grifo, artistas performando al aire libre (el que nos tocó ver a nosotros era un pobre flaco que metía la pata cada cinco segundos), lugares caros para comer, una torre enorme a la que no entramos, sombra bajo los árboles, y gatos.
Para mí fue copado ver varios cerezos en flor. No tímidas florcitas como en el puente Kintai, sino señoras florazas tiñendo de rosa todo su entorno. El invierno había terminado.
Con Miki almorzamos, dimos una vueltita más, y decidimos volver: nuestras enormes mochilas habían quedado en un locker sin llave y no nos queríamos arriesgar a que alguien se avivara, y además yo había visto que esa noche se iba a celebrar, en el barrio chino de Yokohama, un festejo especial...
Rafa Deviaje.
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