Rumbo al Norte por la West Coast, poco después de dejar Greymouth, llegué a Punakaiki: el punto de las Piedras Panqueque. Tenía especial interés en este lugar aquel día porque, con las olas enormes que se estrellaban contra toda la Costa Oeste, fotear las extrañas formaciones de piedra iba a resultar copante.
Y no me defraudó:
todo el complejo (que se puede caminar tranquilo en media hora o
menos) está formado por un hojaldrado de piedra sobre piedra, y la
erosión fue creando formas y estructuras complejas y chistosas.
Tenés arcos por donde las olas le pasan haciendo cosquillas,
tenés torres y terrazas y almenas y minaretes, tenés un pozo donde las olas levantan
metros y metros de espuma como si fuera un géiser, y el infaltable:
tenés una de esas en las que entrecerrás los ojos y podés buscar tu propia aventura.
A pocos metros,
caminando por el costado de la ruta, podés ir a una cuevita. Yo
cometí el error de no llevar mis botas que se la bancan sino simples
zapatillas de plebeyo, así que no me mandé ahí a lo profundo (que
tiene una alfombra de agua), pero puede llegar a estar bueno. Si
alguien va y se pierde adentro, que después me cuente.
Y un poquitín
después, llegás al Río Porarari. Yo pasé así medio descuidado por el puente y
casi me da tortícolis. Así que di la vuelta en U y me clavé en el estacionamiento. La misma forma curiosa de estratos crearon grandes
colinas y acantilados alrededor de un río verdusco plagado de
selvita, y más que nunca creí que iban a aparecer terodáctilos y
archaeropteryx de un momento a otro. Este lugar sí era distinto a lo
que se ve en el Sur. Río marrón que baja tranquilo, piedra color arcilla, y selvita. Basta de nieve, basta de laja oscura, basta de arroyo saltarín.
Hay varias caminatas
para hacer, pero como ya anochecía decidí hacer la más cortita y
pegarme la vuelta por el mismo lugar. Si incluso tuve que correr para
no quedar a oscuras. (Y acá hago una observación que me maravilló:
después de tantas caminatas en la montaña, era capaz de correr
cuesta arriba y cuesta abajo y no fatigarme, apenas si transpiraba.)
Al menos hasta el punto que vi yo, quedó claro que lo más lindo
estaba en la desembocadura del río y no tierra adentro.
Tenía ganas de hacer otra caminata por el Río Fox, que llega hasta otras cavernas que parecen más impresionantes, pero al día siguiente amaneció lloviendo, y yo andaba necesitando de nuevo un hostel donde ducharme y cocinar, así que lo pasé por alto y manejé hasta Westport, el pueblo desde el cual el camino de la West Coast toma rumbo hacia el Este. Si había algo lindo para ver allá, me lo perdí. Como ya dije antes: llovía, y mi deseo de ir al Norte me consumía.
Tenía ganas de hacer otra caminata por el Río Fox, que llega hasta otras cavernas que parecen más impresionantes, pero al día siguiente amaneció lloviendo, y yo andaba necesitando de nuevo un hostel donde ducharme y cocinar, así que lo pasé por alto y manejé hasta Westport, el pueblo desde el cual el camino de la West Coast toma rumbo hacia el Este. Si había algo lindo para ver allá, me lo perdí. Como ya dije antes: llovía, y mi deseo de ir al Norte me consumía.
Rafa Deviaje.
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