Prosiguiendo el relato,
estaba yo recién vuelto de una caminata feroz un día de niebla y
lluvia. Estaba un poco mojado, las botas empapadas, las piernas
doloridas. Simplemente no podía hacer otra caminata sin pasar
primero por un hostel, así que me subí al auto y emprendí camino.
El paso entre los lagos sureños y la costa oeste, que es el camino de Haast Pass, debe ser espectacular. Y digo debe ser, porque ese día nublado y lluvioso era sólo un poco impresionante, pero con una mejor visibilidad, debe estar genial.
El paso entre los lagos sureños y la costa oeste, que es el camino de Haast Pass, debe ser espectacular. Y digo debe ser, porque ese día nublado y lluvioso era sólo un poco impresionante, pero con una mejor visibilidad, debe estar genial.
Haast es un pseudo pueblo
en el que ni me detuve. Después hay un par más de casi aldeas
desperdigadas junto al camino, pero nada más. La Ruta 6 va
serpenteando entre la costa y las montañas, moviéndose en zigzag de
formas asombrosas y poniendo a prueba los frenos del auto
constantemente. Y es hermosa. Tiene selva, tiene acantilados, tiene
cascadas, recovecos, ríos y mar.
Llegué esa tarde al
pueblito del Glaciar Fox y me alojé en el Ivory Twin Backpackers,
que tenía su buena onda. Me duché, comí caliente, y sequé la
ropa. Al día siguiente me levanté bien temprano, aprovechando que
el clima parecía mejorar momentáneamente, y fui a ver el glaciar,
del cual no había escuchado muy buenos reportes pero bueno, tampoco
lo iba a omitir.
Sin dudarlo mucho manejé
alrededor de una hora hasta el Glaciar Franz Josef, y este no tenía
ningún impedimento. El caminito por el valle se fue poniendo
interesante y animado porque el cielo se iba despejando más y más.
Las montañas eran igual de imponentes, el río igual de pedregoso, y
la luz igual de escenográfica. El glaciar está bueno, qué sé yo,
cuelga ahí a lo lejos entre dos montañas y punto... digamos, mal no
está. Pero da pena pensar que dentro de algunos años se les derrite
la atracción turística y a otra cosa.
Mientras sacaba unas fotos
por ahí me pararon dos españoles de Barcelona que andan viajando el
mundo y mostrándole un monumento local a toda clase de viajeros. Me
hicieron una mini entrevista, me sacaron una fotito y me prometieron
que iban a mandarme el PDF del diario en que iban a publicar la
aventura de su viaje. En cinco o seis meses, con suerte, sabrán de
qué se trataba.
Aprovechando el día que
ahora era divino, hice una caminata más, hasta un viejo túnel
abierto por mineros. Era recto y medio estrecho, el agua lo cubría
de punta a punta, pero estuvo bueno. No apto para claustrofóbicos,
me hizo desplazarme haciéndome el spiderman para no empapar las
botas durante como quince minutos, hasta llegar al corazón de un
recodo de un valle muy bonito... Y a pegar la vuelta. Tuve la suerte
de ver unos glowworms y la desgracia de que le entrara un poco de
agua a la cámara de fotos, pero se secó rápido y no tuvo más
historias.
Y como empezaba a
oscurecer, simplemente comí algo y seguí manejando al sur,
deleitándome con esa ruta que se abre perfecta, a veces con
elegancia y a veces como lombriz que se retuerce fuera de la tierra,
entre la montaña y el mar, sobre el bosque y la roca.
Rafa Deviaje.
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