martes, 14 de julio de 2015

Las olas y el Greymouth, sucundún sucundún


La verdad de la milanesa es que después de tanta montaña, de tanta nieve por la rodilla, de tanto invierno tan al Sur, me quemaba por dentro el deseo de ir al Norte, ir adonde el sol calentara el aire, adonde hubiera aguas que no me hicieran perder la sensibilidad al instante, adonde no me fuera a dormir en el auto preguntándome si iba a amanecer vivo o hecho un esquimal...


Había hecho mi investigación pertinente y, de las caminatas que hubiera podido hacer en las montañas de la Costa Oeste, no había ninguna habilitada: debido a tormentas pasadas y falta de mantenimiento, meterse ahí era inseguro y hasta estaba prohibido. Así que como en Cameron's Creek había tenido suficiente, no me quejé mucho.


Además la ruta de la West Coast es bastante hipnótica: por momento atraviesa pequeñas llanuras, donde pastan algunas vacas o cualquier bicho, y de repente atravesás una maraña de bosque que forma murallas a ambos lados de la ruta; sólo falta un alambrado para que parezca Jurassic Park. Y el resto (la gran mayoría) del tiempo, estás dándole al volante para un lado y para el otro, porque las curvas ascendentes y descendentes parecen un sacacorcho. Y lo peor: a veces dejan de darte indicativos de qué velocidad mantener con la próxima curva, como el papá que suelta la bici del nene que está aprendiendo, y entonces sí: se pone a prueba el ojímetro y la sensación de la aceleración del coche, y vas avanzando, avanzando, avanzando. Siempre al Norte.



Paré en Greymouth ese mediodía. No es una ciudad muy llamativa por nada en particular, y parece que el nombre (Boca Gris) le viene por el clima predominantemente nublado. Pero aquel día en particular estaba bastante bonito, y con un oleaje de la remil mierda. Así que llevé el coche hasta la punta de una espiga que la desembocadura del río que atraviesa la ciudad, y me quedé viendo el batir de las olas, el subibaja de un barquito que intentaba llegar a la calma, las montañas, allá bien lejos, bien bien lejos, perdiéndose, para siempre, en la bruma...



Rafa Deviaje.

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