Esta sale rápido: hubo un día en que con Miki salimos a caminar. Cámara en mano, Google maps en el celular, sánguches en las mochilas, botellita de agua sin gas.
Primero fuimos al Palacio Imperial de Kyoto, pero aclaro: somos unos pelotudos. Para ir y tener un tour copado por adentro del Palacio y los jardines lindos, tenés que meterte en una web y hacer una reserva anticipada. Es gratis, sólo que limitada. Nosotros fuimos en bolas y más que caminar alrededor no pudimos hacer.
Después fuimos al Centro de Artes Marciales, que es como el más grande y el más viejo, el mejor y el más canoso de todos los dojo, y es donde se realizan muchas competiciones importantes. (Una de las que había estado entrenando, al verme con la cámara, espontáneamente hizo pose de karate kid, pero no la van a ver acá porque la cagué con el encuadre y esas cosas de fotógrafo berreta.)
Ahí al lado está el Santuario Heian, cuya foto es la que te aparece en Google maps cuando buscás por "kyoto". Lindo, grande, naranja. Lo antecede una puerta torii gigantísima cerca de la cual paramos a bajarnos los sánguches Miki y yo.
Vagabundeamos después de una siesta en un banco de plaza y llegamos al Eikan-do Zenrin-ji, cuya entrada está 600 yenes. Tiene un jardín muy bonito, lleno de musgo sin una brizna de pasto, árboles lindos, escaleras que te llevan a una pagodita en la ladera del cerro, y después tenés un complejo de templos con salones y escaleras y pasillos exteriores en los cuales saqué poquitas fotos porque, en realidad, no te dejaban sacar ninguna.
Los azares de las callecitas empinadas y sin vereda y las mil distracciones nos llevaron finalmente a un templo que se llama Nazen-ji. Pero lo que nos gustó no fue ese templo (que está rodeado de una docena de templos cuasi-similares), sino un caminito que había atrás, mucho más atrás, que subía por el bosquecito. Aunque no lo recorrimos por completo nos regaló un altarcito en una covacha de piedra y una cascadita donde, en verano, la gente se va a bañar y todo.
Y este es el punto en el que la cronología de los hechos me importa un carajo, y cuelgo fotitos del Mausoleo Oyahon, lugar al que caí un día de esos en un paseo solitario por Kyoto. Porque aclaro: hubo muchos paseos por Kyoto y espero que los vuelva a haber, porque la suerte te hace llegar a rincones silenciosos donde los monjes rezan y queman incienso, porque no todos los caminitos y santuarios están en Google maps, porque las veredas de piedra de Kyoto piden más pies de viajeros para gastar.
Rafa Deviaje.
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