Kyoto. Día: tres de enero. Clima perfecto. Combinación de trenes desde la casa de Ikue a la estación central: impecable. Planes inmediatos: asistir a la competencia final del torneo anual de karuta.
Dejé a Miki, a quien el karuta no le llamaba, a cargo de mi mochila grande por un par de horas, y corrí hacia el Santuario Yasaka. Moverse resultaba cargoso por la muchedumbre que hacía su primera visita ritual, pero el día animaba el espíritu.
Fui preguntando dónde se iba a realizar el torneo, porque yo quería estar ahí adelante y sacar fotos a morir, y me encontré en un mini-escenario cubierto en una esquina del atrio principal del templo. Había un conjunto tocando flautas tradicionales, altamente armonioso pero totalmente disonante con el entorno.
Apenas terminó el espectáculo y la gente se disipó, yo fui y me senté. Tercera fila, a la derecha. Pasé una hora haciendo huevo, foteando el piso, charlando con unas viejitas que me convidaron confites y me enseñaron a hacer un mono en origami...
Finalmente la gente se congregó a mi alrededor, y empezó el torneo de karuta. Un ritual de bendición y purificación, minas y nenes vestidos y maquillados con el mejor de los esmeros, las ofrendas y agradecimientos a la lectora oficial de las cartas...
¿Curioso de saber qué es el karuta? Te recomiendo que veas esta serie: Chihayafuru. Pero si te da paja, básicamente es un juego. Compiten dos personas, una contra la otra. Saben de memoria cien poemas (cada cual tiene un primer y un segundo verso), y memorizan la posición de cincuenta cartas que disponen frente a ellos (cada cual tiene escrito el segundo verso de distintos poemas). Ahora, cuando la lectora oficial saca de una cajita una carta y lee el primer verso de alguno de esos cien poemas, los competidores se mueren por tomar la carta del verso que corresponde... ¿Suena aburrido? No lo es. La velocidad con la que roban cartas es de no creer, demasiado rápidos para ser capturados en una foto (bueh).
Tuve la suerte de que sólo pude ver la competencia de los nenes chiquitos (que no se queda muy atrás), y no pude ver casi nada de la competencia de las mujeres más grandes, una de las cuales se convertiría en Reina del karuta; al menos hasta el siguiente año, donde tendría que defender su título.
Los nenes le pusieron garra y jugaron con velocidad de ninja, robando cartas apenas sonaban las primeras sílabas cantadas por la recitadora (cuya peluca estaba torcida y fue el hazmerreír por la televisión nacional). Pude ver sólo a una nenita que disfrutaba el juego, haciendo chistes y morisquetas entre poema y poema. Y al final desfilaron todos y todas y listo, se terminó.
Yo me quedé dando vueltas alrededor, esperando sacar alguna foto más; vimos desfilar a las ganadoras, vi cómo entrevistaban a alguna familiar de alguna jugadora importante, y hasta pude salir yo mismo en los noticieros de todo Japón, ahí de fondo. Un barbudo rascándose la nariz y comiéndose un moco, me contaron.
Y tendría que haber vuelto donde Miki, para hacerme cargo de mi mochila e inspeccionar el nuevo cuartito que habíamos alquilado por unas noches más. Pero el clima estaba tan lindo y tan tentador que, sin remordimientos, salí a perderme por los alrededores.
Rafa Deviaje.
Muy bueno Rafa, no entendi bien el juego, pero me imagino q debe ser un quilombo! jajajajj!! Abrazo grande!
ResponderEliminarTiene sus complicaciones, pero también su emoción!
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