viernes, 5 de febrero de 2016

Shirakawa-go


Pasada una semana en Kyoto volvimos a la casa de Ikue, en la Prefectura de Gifu. Su familia nos acogió con calidez como si fuésemos los primos que viven lejos, nos llevaron a pasear a cada instante que pudieron y nos volvieron a alimentar con más comida clásica nipona.



Pero a los dos días partimos viaje: en tren hasta la estación de Ogaki, donde se nos unió Shuko, y de ahí los cuatro juntos, en bondi, hasta Shirakawa-go. Este viaje había sido premeditado y planificado por Ikue, así que por primera vez desde aquel día en que fui a Rotorua con los cordobeces y un francés, pude disfrutar de ser llevado de acá para allá sin preocuparme por tablas de horarios, precios de boletos ni mapitas mal hechos.


Llegamos a eso del mediodía y estuvimos no más de cuatro horas. Y aunque a priori me parecía muy poco tiempo para recorrer aquella aldea híper conservada, enclavada en un valle a altura, con sus casitas de techo de paja y sus canales diminutos, sus comidas típicas y su mucha nieve; la verdad es que un par de horas alcanzaron bien.



Básicamente es una postal. Una postal lindísima, pero tras esa fachada es horriblemente comercial. (Y cara.) Comimos dulces regionales, fuimos a sacar fotos a distintos lugares, recorrimos las tiendas de souvenires... Seguro que hay un background detrás de la muralla comercial, gente con historias interesantes y rinconcitos desconocidos, pero no logré ni vislumbrarlos.




Así que volvimos, satisfechos y con los pies fríos, a la estación de micros, y nos pegamos la vuelta a Gujo, ciudad en donde pasaríamos la noche antes de volver a lo de Ikue.



Rafa Deviaje.

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