Uno de los últimos lugares a los que fuimos en Kyoto fue a los dos templos Hoganji, el Nishi Hoganji y el Higashi Hoganji, que quedaban a dos minutos caminando de la diminuta habitación que habíamos alquilado por airbnb. Y digo que fuimos porque a Miki lo obligué a salir de la cama y lo arrastré ignorando sus quejas sobre que empezaba a garuar.
Estos templos son los centrales de una gran secta dentro del budismo que tiene templos desparramados por todo Japón. Lo interesante de la historia de esta secta, que venera al Buda Amida, es que me quitó una idea que tenía errónea: que los budistas eran los únicos que no se agarraban a los tortazos contra otras religiones. Bueno, no: cuando en el siglo XV esta secta empezó a ganar poder, los de otra secta se lanzaron con todo para aniquilarlos. En fin...
Ambos templos (que eran uno solo hasta que tiempo después de Oda Nobunaga se decidió dividirlos) son Patrimonio de la Humanidad, son de acceso libre y gratuito, y son cede de algunos rituales y ceremonias a las que se puede asistir sin problemas. Aunque si estás somnoliento mejor es pasar, porque los mantras de los monjes te dan una palma terrible.
De todos modos es algo que no se puede pasar rápido y así nomás: estructuras enormes de madera oscura, con escasa iluminación, dinteles tallados con maestría, lámparas enormes suspedidas del techo, el tatami que huele rico, las columnas que se parecen a las Minas de Moria, el altar con brillos dorados y manteles coloridos, y de fondo el tañir de una campanita y diez monjes quemando incienso y recitando, recitando, recitando...
Siempre obligándolo a caminar, después de los templos Hoganji lo llevé a Miki a comercios, donde yo me compré un celular nuevo y él se compró una PSP de segunda mano (grave error, hoy puedo decirlo), pasamos por otros templitos bonitos, vimos la Torre de Kyoto con su iluminación nocturna, y nos fuimos a dormir por última vez en la ciudad más linda de Japón.
Rafa Deviaje.
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