martes, 11 de agosto de 2015

Waiheke: amor a primera vista


Whaiheke Island, había escuchado hacía muchísimo tiempo en boca de ya no recuerdo quién, era considerado uno de los lugares más hermosos del mundo... Y si bien yo dudaba de ese tipo de declaraciones, lamentaba tener sólo tres días para dedicarle.


Caí temprano y me fui a Bio Shelter, un hostel relativamente barato. Camino hacia allá encontré un grupito de argentinos y nos fuimos charlando, y de buena onda nomás me invitaron a comer con ellos esa misma noche.


Llegué a Bio Shelter y conocía Ivan, el dueño y constructor, y me pareció copada la onda del lugar: un edificio raro, con cúpulas como burbujas y ojos de buey, con camas y escaleras esparcidos por todos lados, con alfombras, con decks, con plantas y macetas y faroles raros y con todo lo que hace falta para que se sienta inmediatamente tu hogar. (Punto débil de Bio Shelter: los baños eco-sustentables dan asco.)

 

Pasé tres días hermosos en el hostel jipón y en la islita maravillosa. La gente ahí es más amable que en el resto de Nueva Zelanda, pero mucho eh, y las calles son una sucesión poco clara de zigzags que suben y bajan laderas, abriéndose en medio del bosquecito encantador y rebosando casitas paquetas y vistas hermosas en cada curva. Tiene playitas lindas por todos lados, acantilados, mil y un caminitos que atraviesan bosques y casas de vecinos (que te saludan mientras toman su tecito) y baldíos y te llevan de una calle a otra, banquitos con inscripciones chistosas, una biblioteca chiquita pero remoderna, y una energía en el aire que me enamoró. Sí, lamento no haber ido antes a Waiheke, pero sé que de haber sucedido, capaz nunca me iba...



  




Rafa Deviaje.

No hay comentarios:

Publicar un comentario