Como conté antes, los dos
días que estuve en Melbourne tuve la oportunidad de participar en
shows callejeros de magia. La primera vez estaba con Juli y vi a este
flaco haciendo ruido y sin público, y le dije quedémonos a ver. El
loco adivinó de una que éramos argentinos, hizo aparecer una moneda
en mi hombro, revoleó cartas afiladas a un globo que yo tuve que
sostener bien lejos de mi cara, hizo tantos chistes forros que con Juli no nos parábamos
de reír. El segundo mago, al dia siguiente, fue mucho más triste y la gente se fue sin darle ni cinco centavos.
En Fremantle, un suburbio
al sur de Perth con una arquitectura muy particular (de herencia
holandesa, me explicaron, su encanto está en la
utilización de la limestone que le da una textura mágica sobre todo
cuando se pone el sol), llegamos un jueves. Y durante el fin de
semana de Pascua asistimos (Juli se perdió el último día porque
tuvo que volverse a Nueva Zelanda) al International Street Artist Festival.
Artistas a la gorra, buenos y muy
malos, locales, nacionales e internacionales, shows de magia, de música, de malabarismo, circenses profesionales y con humor del malo. Estaban los
Gentlemen of the Road que tenían un espectáculo simple pero ultra
simpático en el que incluían a nenes de amigos o pibes con síndrome
de Down y cosas así que se ganaban la simpatía de todo el mundo.
Estaban los Quatour Stomp que hacían muy buenos chistes y acrobacias
zarpadas y eran, creo yo, los favoritos del festival. Había un flaco
de Tasmania que tocaba música clásica de la puta madre con una
guitarra arruinadísima. Había un show de fuego malísimo y una
pareja de japoneses que tenían el récord Guiness con su pentaciclo.
Había un loco de pelos parados que ahuyentaba al público y cortaba
su show por la mitad.
Y hubo, claro está,
performers que me incluyeron: una pareja de norteamericanos que me
hicieron bailar y ayudarlos a tirar piruetas; y al día siguiente un
electro-mimo que me tuvo como media hora parado al sol y oliendo su
chivo inaguantable. Buenas memorias.
Y estando ahí no supe si es algo normal
cuando se llevan más de tres años de gira, pero sentía que últimamente estaba
viajando en círculos: acababa de reencontrarme con mi amigo alemánen Melbourne (el sexto de la Small Kiwi House con quien me volvía a
cruzar), acababa de despedirme de una amiga del secundario, estaba
otra vez compartiendo dormitorio con mi antigua roomate deTasmania...
Y como el trabajo de las
paltas se atrasó una semana y me lo avisaron a último momento,
cambié mi pasaje y fui a visitar a otra amiga del Tasman Backpackers
que estaba a un ferry de distancia en Rottnest Island. Que sigan los
círculos de la vida, que Australia se vuelva el pañuelo más
chiquito del mundo...
Rafa Deviaje.
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