El castillo fue un poquitín decepcionante: si bien la puerta de entrada es deslumbrante y hermosa, después sólo te movés en fila india por corredores y más corredores. No podés sacar fotos en ninguna parte del interior, que tiene reproducciones de tapices muy bonitos, no podés salirte del caminito, la iluminación es mala, el viento estaba muy frío.
Los jardines, que sin duda en primavera son hermosos, eran jardines estándar. Algunas edificaciones estaban muy bonitas, sin duda, pero de esas cosas sobran en Kyoto. Tienen un pequeño museo anexo donde se pueden ver algunos de los paneles originales con pinturas geniales (de los cuales me enamoré y desperdicié media hora planificando un robo maestro), pero súper chiquitito. Y listo, se terminó.
Después de eso fuimos a comer a uno de sus lugares preferidios, y pasamos por todo el distrito comercial, donde hay una calle que se llama Nishiki y que tiene montón de cosas tradicionales, desde souvenires a pulpitos empalados para comer. Lindo, pero muy lleno de gente.
Por un momento el clima parecía que se iba a poner las pilas para ese momento, pero a como fue progresando nuestro tour particular, se demostró lo contrario...
Rafa Deviaje.
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