Era el antepeúltimo día completo que pasaríamos en Japón, y mientras Miki no tenía planes ni ganas de acompañarme, yo tenía agendado el pequeño y no tan conocido Some no Komichi, una especie de festival donde colgaban enormes tiras de tela de kimono sobre el río Myoshoji, a una media hora en tren desde la estación de Shinjuku.
Básicamente era eso. Como antiguamente era una zona de teñidores de kimonos y cosas por el estilo, y sacaban sus telas a secar, ahora lo celebran una vez al año de esta forma: a lo largo de, calculo yo, unos quinientos metros, tienen sus tiras de telas ahí suspendidas sobre el agua.
El día era hermoso, la gente, que no era tanta por suerte, respetuosa y amable. Los locales estaban hasta las manos, había un tipo en un disfraz que resultó ser la mascota del festival, había guías voluntarias que, lamentablemente, sólo hablaban japonés. Había, también, un geocache por ahí cerquita.
Caminé ida y vuelta al lado el río, competí con una viejita por los mejores lugares de donde sacar fotos, me trepé a la baranda del puente de allá arriba ante las miradas reprobadoras de los ponjas, y me perdí volviendo a la estación. Terminadas las posibilidades del Some no Komichi, me pegué la vuelta para ir a Harajuku: un lugar que en fines de semana, decían, desborda de frikis.
Rafa Deviaje.
quien gano?.. la viejita o vos?
ResponderEliminarLa tiré al agua y ocupé le hice lerolero.
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