jueves, 28 de mayo de 2015

Finde en Arthur's Pass

Hay un lugar del que había leído y escuchado maravillas: el Arthur's Pass (que en mi cabeza a veces se confundía con King Arthur, King's Cross, Plataforma 9 ¾), una ruta que cruza de costa a costa la Isla Sur, más o menos por la mitad, a la altura de Christchurch, y decía tener paisajes extraordinarios.

Un fin de semana de diciembre, Alex, mi jefe, me comentó que quería hacer una carrera en las montañas el sábado, y participar en una regata de kayaks el domingo. Qué interesante, le dije yo; y entonces me explicó que necesitaba alguien que lo dejara, para ambos eventos, en el punto de partida, y lo fuera a buscar al punto de llegada. Ahí fue cuando me resultó interesante de verdad.

Lo bueno de la propuesta (que acepté enseguida) era que iba a conocer el tan mentado Arthur's Pass sin poner un peso de combustible o alojamiento. Lo malo de la propuesta era que iba a tener que manejar la camioneta 4x4 de mi jefe por un camino de montaña transitado, y que iba a tener que compartir alojamiento con él.


Ok eso no era tan malo, pero lo que sí se volvió pesado fue charlar durante varias horas seguidas, cuando nuestros temas en común eran nulos, y en lo único que coincidíamos era que para tener once meses de diferencia, éramos muy, pero muy distintos.

Cuento un poco más de Alex: es kiwi con orgullo y su familia paterna es granjera desde hace centurias, primero en Irlanda y después en Nueva Zelanda. Y él se lo toma a pecho, si hasta le regala tractorcitos y vaquitas de plástico a sus hijitos. Los cuales son tres gurrumines bastante simpáticos para ser kiwis.

Pero a pesar de que le mete con todo el alma y todo el cuerpo a eso de hacerse cargo de un tambo de mil vacas, su verdadera pasión es el atletismo: de diciembre a febrero, cuando el trabajo empieza a mermar, él entrena a morir y participa en cuanta carrera tiene a mano. Corre durante horas por las montañas, navega ríos larguísimos con su kayak, nada en lagos helados, sube y baja cuestas empinadísimas con su bici, y hace todo esto sin parar y echándose en la boca sachecitos con alimentos energéticos. Me contó que Born to run es su libro preferido, después había otro muy bueno acerca de un corredor, pero no lo había terminado del todo.


Volviendo a nuestro fin de semana de diciembre: el primer día iba a correr unas cinco horas, así que me dio libertad de usar su camioneta como quisiera mientras tanto. Y yo decidí ir hasta la Costa Oeste, otra de las maravillas de la Isla Sur. Y llegado este punto debo decir: será por la falta de nieve o porque amaneció nublado, pero lo cierto es que los paisajes de Arthur's Pass no me fascinaron tanto; en Argentina tenemos valles mil veces más stunning que ese. Pero pasando Arthur's Pass, llegando a la Costa Oeste, la cosa cambia: ahí sí hay paisajes que me hicieron parar cada diez minutos a sacar fotos, o simplemente a mirar, mirar, mirar.

Llegué a Greymouth, la ciudad más cercana sobre la costa, dí una vueltita y no tuve más remedio que emprender el retorno, pensando que la ruta de la Costa Oeste iba a tener que recorrer la punta a punta. En el medio tuve algunos problemas con la camioneta, ya que tuve la ocurrencia de pararme a sacar fotos en medio de una cuesta pronunciada, y el bicho al arrancar no quería pasar de segunda, y el camino era estrecho y lleno de curvas, había amenaza de cascoteo, advertencia de no frenar ni detenerse, y los demás coches me tocaron bocina alguna que otra vez durante unos interminables tres o cuatro minutos.

El día siguiente amaneció más lindo. Fuimos juntos hasta el lugar donde empezaba la regata, lo vi irse y aproveché mis horas libres para ir a Castle Hill, un cerro que tiene fomaciones rocosas como huesos de dinosaurios titánicos que la erosión estaba descubriendo poco a poco; un laberinto natural de piedras formidables, ideal para una batalla campal de paintball. Lo que daría por una buena partida de paintball en Castle Hill, por Dios.

(Desgraciadamente, de alguna forma que todavía no me explico, perdí todas las fotos de Castle Hill y las de la llegada de Alex con su kayak. Me quise cortar las pelotas cuando me di cuenta, pero bueno. Googleen, imagínenselo, o vayan algún día.)

Después de eso volvimos rapidito, que las vacas nos esperaban; y tuve que pasar la terrible prueba de manejar la camioneta una hora y media mientras Alex descansaba un poco. Admito que la presión me traicionó más de una vez pero taaaan mal no lo hice. Así y todo, apenas pudo me sacó del volante para llegar sanos y salvos. (Le recuerdo al lector olvidadizo que no habiendo manejado nunca en mi vida, saqué el registro un mes antes de irme de Argentina, y en Nueva Zelanda sólo había manejado mi autito automático, así que eso de la caja de cambios todavía me tenía un poco intrigado.)



Para Navidad y fin de año, Alex nos invitaría a sus empleados latinos a pasarla con su familia, lo cual fue increíblemente grato; y un mes después de aquel fin de semana, Alex participaría en el Coast to Coast, un triatlónque cruza Nueva Zelanda de un lado a otro. Como no es tan crack decidió hacerlo en dos días en vez de uno, y terminó catorceavo en su categoría, lo cual, pensando en los mil tipos que participan, hizo que le cobrara bastante respeto. Esta vez no tuve la oportunidad de acompañarlo, ya que fue su familia, pero sí aproveché para hacer todas las boludeces que quise con el cuatriciclo en las horas de trabajo. Puedo decir que ambos fueron fines de semana altamente satisfactorios.


Rafa Deviaje.

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