Es la postal obligada si
sos turista en Tasmania (y doblemente mandatoria si sos asiático):
Wineglass Bay, o Bahía Copa de Vino. Yo seré más fan del bosque y
la montaña que de la playa y la arena, pero igualmente me las
ingenié para ir de coche en coche y meterme en el Freycinet National
Park, al que pertenece esta playa divina.
No arranqué bien ni a
tiempo porque se me cayó el celular en el último aventón que me
dieron, tuvimos que volver a buscarlo, estaba todo roto. Cosas que
pasan, no me desanimé y seguí camino.
Pero en cambio tuve la suerte, camino al mirador (que
es el destino del noventa por ciento de los turistas), de cruzarme con
un pibe neozelandés al que, saliendo yo del Walls of Jerusalem, le
di tips y consejos. Esta vez, para quedar a mano, me aconsejó
acampar en la Wineglass y desde ahí hacer caminatas de
ida y vuelta, en vez de hacer todo el recorrido redondo en la
península. Le hice caso y bien que salió.
Aquel primer día trabé
conversación con un loquito que había anclado su velero cerca de
las carpas y no me cayó mal. Al día siguiente fui a
subir las montañas que dominan el sur de la isla (Mt. Graham y Mt. Freycinet), y pensaba hacer el
Mount Amos (el segundo destino más popular dentro del Parque) al día siguiente, pero
sucedió lo imprevisto.
Porque al atardecer me puse a
charlar de nuevo con el loco del velero: le conté mis ganas de
navegar (aumentadas por el Wooden Boat Festival), le pedí un snorkel prestado y, cuando se lo fui a devolver, me invitó a pasar al
bote, me dio un toallón para superar mi hipotermia y que pim que
pam, me terminó invitando a navegar con él hasta Flinders Island. Dale
que vaaaaaa.
Rafa Deviaje.
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