viernes, 22 de agosto de 2014

Jardines Botánicos


La primera vez que fui a los Botanic Gardens de Christchurch, era un día frío, lloviznaba y había neblina. Si granizaba se convertía en una auténtica garcha.


Pero hace poco volví a ir. Y lo que vi, me gustó. Arrancando por la fuente de agua que está al lado del Museo de Canterbury, donde no hay ponja que no se saque una foto, seguís el senderito que más te guste. Y ahí empezás a ver alguna que otra flor, muchos canteros de palitos pelados que esperan la primavera, y cartelitos en cada árbol y arbustito. (En cada puto árbol y arbustito, lo juro.)

Tenés esculturas, bastante pedorras, desperdigadas alrededor. Esta chica que entra a tientas en el estanque, junto con esas mascaritas que giran con el viento, a mí me coparon y me colgué viéndolas un rato largo. Digamos que estos jardines tienen un nosequé que te obligan a colgarte varios ratos. Tal vez sea porque ahí cerca nomás tenés una campana de la paz, al estilo de templo budista... Y sí, debo confesar que, al igual que cada boludo que pasa por ahí, la hice sonar, ¡y sonó lindo! Y más fuerte que los demás, admito.



Tenés bancos por todos lados para echarte a pachorrear, el río que zigzaguea, tenés sectores con plantas clásicas de distintos lugares, un pantano, unos jardines de piedras que, la verdad, se zarpan. Una cafetería recontra paqueta, un sector de juegos infantiles que mantuve a prudencial distancia, y por último, la gran joya: invernaderos.


 

Tenés uno chiquito con cáctuses. Que está bien. Después otro, más grandecito, con helechos y palmerotas y esculturas de moas. Está mejor. De hecho, me re copó: tiene un cursito de agua, mucha sombra, luz matizada, humedad, cosas lindas. Me quedé sentado ahí respirando humedad, aislado del mundo de afuera, viendo el verde.


Le sigue un edificio más grande con un sector lleno de macetitas con flores y angelitos rollizos; otro sector que está cerrado al público (¡la intriga!), y por último (aunque suele ser lo primero que la gente común ve y decide entrar), la gran glasshouse tropical.



Está bárbara. Es grande. Tiene dos pisos. Adentro hace calor y está agradablemente húmedo. Tenés chorrito de agua en el medio, con cascadita artificial y todo, y mil plantas tropicales, carnosas, frutosas, selváticas, (rotuladas), colgantes y dispersas. Vidrios opacos por el tiempo y los sedimentos que deja la continua condensación del agua, y un cielo celeste del otro lado. Una atmósfera genial, una luz fantástica que llega a todos lados y tiene mil matices. Lo único que se extraña adentro es el piar de los pájaros.

En fin: para todo aquel al que le guste sacar fotos, leer tranca, tirarse una siesta en el pasto, ir a un semi-sauna tropical, le recomiendo darse un paseíto cada tanto. Da placer el tan sólo ver el pasto siempre cortito y saber que no fue uno el que lo tuvo que cortar




Rafa Deviaje.

4 comentarios:

  1. yo me siento identificada con el "le guste sacar fotos, leer tranca, tirarse una siesta en el pasto, ir a un semi-sauna tropical".. instrucciones por favor ara llegar?? :P

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    1. Avión a Nz, avión de Auckland a Christchurch, taxi del aeropuerto al museo. Costo aproximado: dos mil ochocientos dólares. Una ganga.

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  2. Que lindo Rafa!!!!! Seguí disfrutando de esos hermosos lugares por todos nosotros! Soy Anahí

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